sábado, 21 de septiembre de 2013

Reinventarse

La caída dolió. Y escuecen sus heridas. Supongo que es algo que nos pasa a todos, aunque algunos tratemos de ocultarlo, callando, y otros se dediquen a predicarlo a los cuatro vientos. Esta segunda opción significa que las cosas nos importan bien poco. O que están heridas de muerte.

Caídas, heridas, dolores... Qué gilipolleces digo para lo insignificante que es todo.

Falta esa sensación de saber que vas por el camino correcto. O al menos recoger lo que sembré. Plantar flores y recoger espinas, por no hablar de ellas como plantas venenosas que para defenderse lanzan dardos que, de acertar, te van debilitando poco a poco. Yo me aferraba a mi esperanza, al camino que había elegido con toda la fuerza que tengo, con todo lo que soy, hasta dónde puedo llegar y hasta dónde soy capaz de escribir. Y puedo escribir mucho. Porque aunque estoy en deuda con la palabra escrita, esta nunca suele fallar. Fallamos las personas, claro.

Mirad que asumo mis límites. Que he tirado la toalla por algo que arrastrándome por si cuela no voy a poder arreglar. Porque no es el momento, porque después de todo ya está todo dado. 
Pero no puedo evitar caer cuando una canción me dice que quedaba todavía tanto por vivir. Que teníamos sueños, miles de promesas, que no se van a cumplir. Que no soy fan de torturarme ni torturar. Pero que todo queda guardado ahí, dentro. Y no sale porque siempre sigo esperando, siempre quiero algo más.

Estoy aprendiendo muchísimas lecciones. Personales, como para publicarlas en un blog que lee cualquiera. Pero con cada una de ellas vas entendiendo un mundo extraño. De cómo y por qué la gente busca sacarse los clavos con otros clavos. Pero es tan irreal y efímero. Al final del día, vuelve todo a caer.

¿Reinventarse? ¿Querer dar la vuelta a las cosas? Quizás. Querer deshacer ese camino recorrido que se perdía frente a un muro inflanqueable. ¿Retroceder los errores hasta volver a la senda correcta? No son errores. Son jodidas enseñanzas. Es un camino que no era el nuestro. Aunque pensar que fue un error fomente nuestro orgullo, para nada es así. El error es... Y tal como escribo esto, he llegado a un callejón sin salida y no sé que añadir. Bueno, si. El error es creer que la solución del problema es ser más fuerte que el otro. Que lo podemos superar antes, porque fingimos ser más fuertes o tener más apoyos. 
Tengo los mejores apoyos que puedo tener en el mundo. Pero volver hacia atrás, reinventarnos, siempre lo hacemos solos. Es algo nuestro. Y después de dar la vuelta, nosotros elegimos si retomar nuestro camino correcto, o tirarnos al pozo. 

Y ojo. Quizás el camino correcto tenga el durísimo y orgulloso precio de reconocer un error.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Si no hubiese encendido el wifi...

En todos esos corazones en los que siembras amor, estás sembrando respeto, confianza y... verdadera amistad. De todos ellos siempre recoges algo. El tiempo te lo dará.

Ese "para lo que sea, aquí estoy..." es como se cumple el "quien pide, recibe; quien busca, encuentra..."

Hasta cuando creo que no voy a aprender nada, esas señales inútiles siempre me enseñan algo. Que una amistad existe. Que todo, distancia y tiempo, lo resiste. Y dura, si las partes saben lo que significa.
Es una suerte, o una bendición, contar con ese sentimiento.



Soy de esos que te escriben en un blog año y medio después, como si nada. Con el mismo diseño cutre y las frases estúpidas de la izquierda, que espero actualizar un poco...
Sin saber por qué publico aquí, pero soy así de quejica. No sé lo que escribiré, ni lo que me tendré que callar para no repetir esos errores que reconozco pero de los que no me arrepiento. Pero necesito algo más.

Aquí, en mi cuaderno o en mi cabeza, quedan cosas por decir.

(Que se note que también soy un "genio" escribiendo títulos acordes a mis entradas, aplausos para mí)