viernes, 18 de octubre de 2013

Espinas y parches

El mismo camino estrecho me llevaba de vuelta a la civilización, con plantas de metro y medio de altura a ambos lados. Y la sensación de que nadie había caminado por ahí en meses se hacía patente cuando iba apartando ramas de mi camino y sus espinas se quedaban en mis zapatos.

Mi estilo de escribir nunca ha sido éste, y supongo que no voy a cambiar ahora, de repente. Pero seguí caminando y atravesé zonas no muy agradables, con ciertos olores típicos de bandas que me observaban con un pensamiento de "¿qué coño hará por aquí este pringao...?". Sin embargo, y viviendo una de esas casualidades escritas (como todas las que componen nuestro mundo), me encontré con la persona que antes me había despertado.

Esa vuelta a casa llevaba un mensaje especial que se me quedó grabado, como todas las cosas sencillas que viví aquel día. Proyectos de locuras de niñatos que acaban de cumplir la mayoría de edad, los típicos comentarios de siempre, las mismas espinas clavadas, mil sueños por cumplir... Un intento de juntar un pasado lleno de vida con un presente vacío de esperanzas, vacío de chispazos. Una apuesta de futuro que exige lo mejor de ti, paciencia y pasión para los momentos difíciles.Y que, como siempre, al final nunca pasa nada.

Aquel día no era el perro viejo herido que soy ahora. Pero, como ahora mismo, también exageraba y dedicaba a todo una importancia que bien no se correspondía con la realidad. Aquella tarde entendía las sensaciones pero no imaginaba los acontecimientos que vendrían después. Aquella noche, como llevaba haciendo tantos días, le puse otro parche al corazón.

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