martes, 26 de noviembre de 2013

Nos vale la redundancia para jugar al escondite

Acabada la caja de tiritas y cicatrizados los puntos, no hubo más remedio que salir adelante. Un no me importa fue el tatuaje que mejor se adaptó a mi conciencia. Quizá la situación se podría describir como conseguir encender las luces del túnel. O como atravesar un túnel al aire libre. Bueno, después de esa contradicción, mejor hablar de un camino. Un tramo distinto sin espinas, sin baches, que sólo te puede llevar hacia adelante. Y ahora, más que nunca, sin lastres y con más experiencia de perro viejo. O con rodilleras para evitar que flaqueen las fuerzas y se muestren los puntos débiles. Aunque no sé si es bueno esconderlos.

La distracción funciona, y hasta en los libros de filosofía más difíciles de comprender también puedes pasar la página y avanzar. O, puestos en lo peor, se arranca esa hoja y al baúl de las "cosas que leer cuando sea mayor", haciendo compañía al resto de trabas que es mejor esconder que afrontar. 

Nos aconsejaba Santo Tomás (a dónde me voy a citar yo ahora, flipa) "hacer el bien, evitar el mal" como forma de vida. Y estoy de acuerdo, creo en esa filosofía. Aunque a veces siento que ser capaz de hacer las dos cosas es muy difícil. No puedo evitar todo el mal que se presenta ante mi débil escudo. Pero a pesar de eso, no caigo, sólo miro al precipicio. Me da su viento en la cara. Y me echa para atrás. Y en esa situación, intentando mantener el equilibrio, ¿puedo hacer el bien?

Con la sinceridad en la punta de mis dedos que teclean, como muchas veces, sé puede hacer el bien. Al menos un 'bien mínimo'. Que al fin y al cabo, parece que es evitar el mal. 

Habrá flecos en mi entrada que suenen cobardes, como el "mejor esconder antes que afrontar". Decía cierta canción de OBK, grupo que no me gusta, que yo no me escondo porque lo haces tú. Subjetivamente, esa frase es mu' sabia para mí. Objetivamente, jugamos a un escondite en el que no liga nadie, ninguno de nosotros nos buscamos. Si alguien me está buscando en este momento, puede parecer que mi escondite está inencontrable (ya necesito inventarme palabras por no decir que está bien escondido). Pero aunque dé esa impresión, que no tiene ningún fleco, es tremendamente débil. Siento que quiero que me pillen. Porque lo que realmente está bien escondido son mis armas. No las quiero usar si van a traerme más desdicha a mí que a mi víctima.

Seguramente la entrada deje claro que ahora mismo tengo una sopa en la cabeza. Sin embargo, lo que entiendo es que no quiero enfrentarme a algo que realmente no me va a llenar, no me hará sentir un ganador... Que vengan con esas armas que me hagan defenderme; que mi débil escudo, sea para el bien o para el mal, se venga abajo; que pillen mi escondite. Que encontremos un equilibrio que no existe ahora mismo. El equilibrio que nunca conseguimos construir cuando tuvimos los ladrillos. El ariete que no derribó el muro de nuestros problemas. O la salida de este camino, llano y cómodo, que no sé a dónde me lleva.

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