domingo, 17 de julio de 2011

Nunca olvidarse de quien eres...

Siempre puede ocurrir... La situación más adversa y enrevesada que pueda pasar por nuestra cabeza, por difícil que sea, puede suceder... Tanto para cosas buenas como para cosas malas, o extrañas, en el sentido de que puedes querer algo muy difícil, o algo que aunque imagines, y simplemente, no lo veas más allá de tu mente nunca, se quede a tan sólo un instante de suceder...


Vaya trabalenguas mental que me ha causado ese párrafo, sin embargo, donde yo quiero llegar, es a esos momentos en los que es tan fácil dejarse llevar por la situación, que te olvidas de todo lo demás... Porque puede ser una prueba, un regalo de la vida, una casualidad, una trampa... Pero cuando algo que tú veías tan imposible se te queda en la palma de la mano y es tan suculento, es difícil negarse o reflexionar un momento sobre si haces bien aprovechándolo...
Entonces, de una manera u otra, te das cuenta de que eso no está bien. Que puede que no haya perjudicados en un principio, y que obtienes un placer y una sensación de victoria sobre nadie increíble...
Pero no. De ninguna manera. Eso no es lo que quieres. No tiene ninguna satisfacción una relación en la que no hay amor... Teresa de Calcuta y Doctor Pitangú dijeron que el amor, para que sea auténtico, tiene que costar... Y si esa balanza fuese la que inclinase a la persona que quieres a tu favor, creo que yo habría salido triunfando hace mucho...
Me estoy liando a escribir sin saber a donde quiero llegar... Y lo que yo quiero transmitir en esta entrada es la diferencia entre el camino fácil y el camino difícil. Y a mí me encanta el difícil, aunque sufra con ello, ya sea en materia de estudios o de amores, amistades, ... La diferencia entre el buen camino, y el malo, el que aunque te cueste mucho, te cause lágrimas como puños y noches en vela a cambio de la satisfacción de estar haciendo lo que necesitas y sabes que más te ayudará... Esa elección, que depende de cada uno, es en la que me gusta marcar la diferencia, por egocéntrico o falso que suene, creo que cada vez más personas se van dando cuenta de como soy realmente...


Y yendo al tema que ocupa mis últimas entradas, creo que la del Aconcagua quedó bastante clara, ¿no? En las situaciones difíciles, por muy suicidio que nos pueda parecer, que vayamos a perderlo todo, que nada vaya a salir bien... Hay que confiar en Dios, porque nunca sabemos a cuanta altura estamos colgados... Y hablando arriba sobre hacer las cosas bien o mal, vayamos con otra historia...


Hubo una vez una señora que se casó con un hombre rico. El hombre padecía un cáncer terminal, y la señora, en vez de hacerle disfrutar los últimos años de su vida, se dedicó a derrochar parte de su fortuna, hasta que él falleció. Ella heredó todos sus bienes, su enorme mansión, su yate, su boeing 747 privado... Y se dedicó a derrochar su fortuna durante todos los días de su vida. Eran pocas las ocasiones en las que la gente pobre se acercaban a ella a pedirles una limosna. Ocasiones en las que secretarios de hospitales la pedían donaciones para tratar enfermedades... Ocasiones en las que directores de orfanatos la pedían que adoptase niños, que ella no tenía ningún problema económico para darles una buena educación y un mejor futuro... Pero siempre se negó...


Y con dinero no se puede comprar todo, así que un día la señora murió. Y subió al cielo...


- ¡Cómo no! ¡Yo tenía que venir al cielo! Porque mi vida terrena ha sido de las mejores que ha podido vivir un ser humano en la historia. Y porque no he hecho nada malo. Siempre he actuado sin hacer daño a los demás... Pero, ¿aquí no hay nadie? ¿Dónde esta San Pedro?


...


- ¡¡Exigo inmediatamente que venga aquí San Pedro...!!
+ Ya va... ¿Quién es usted?
- Soy la viuda de *(datos que no interesan...)*
+ Aah si... La estábamos esperando.
- Evidentemente, ¿cómo no iba a venir yo aquí?
+ Pasemos adentro, que le enseñaré el recinto y la acompañaré hasta su nuevo hogar...


Entonces San Pedro abrió las puertas del cielo, y la sorprendió una avenida enorme, que finalizaba en lo alto con un palacio... La avenida estaba acompañada por otras mansiones, de dimensiones más pequeñas, pero igual de sorprendentes...


+ Esa del fondo es la casa de Dios... 
- ¿Y mi casa cual es? Supongo que alguna de éstas de aquí, ¿no? ¡ No vayas tan lejos !
+ No, la suya está más adelante.


Ambos siguieron caminando, abandonaron esa gran avenida, y se adentraron en una calle un poco más pequeña, llena de chalets, menos lujosos que los anteriores, pero igualmente flipantes...


- No me lo diga, es una de estas, ¿a que si?
+ No, la suya está más adelante...


Iban caminando por el cielo, y se adentraron en un barrio de pisos, de construcción reciente, había algún chalet barato por ahí... Pero no, todavía no era su casa...
Llegaron a un barrio de pisos viejos, del más puro estilo proletario...


- Pero, ¿a dónde me llevas? ¿A un barrio nuevo lujoso de las afueras?
+ Un poco más adelante...


Siguieron avanzando, recorrieron juntos varios kilómetros entre barrios y distritos, cada uno más lamentable que el anterior. San Pedro no decía ni una palabra, simplemente, se dedicaba a seguir hacia delante y responder las dudas de la señora... Hasta que, se adentraron de lleno en un barrio de chabolas, y la acompañó hasta un rincón, en el que se encontraban cuatro muros de aluminio y metal mal puestos...


+ Ya hemos llegado señora... ¡Su nuevo hogar...!
- ¿QUÉ? ¡¿USTED ME ESTÁ VACILANDO?! ¿Tú sabes quién soy yo? ¡¡Yo en la tierra tenía una casa millones de veces mejor que ésta!! ¿A ésto le llama usted paraíso? ¡Ésto es una auténtica basura!
+ Lo comprendo totalmente señora... Pero con los materiales que nos ha mandado durante toda su vida, sólo hemos podido construirla ésto. Y da gracias...


Quizás hoy en día las personas no buscamos el mismo cielo que esa señora. Sin embargo, son las buenas obras y los actos con buena intención, lo que construyen esa casa en nuestro corazón... Y en la que los tesoros que podemos guardar en ella alternan entre recuerdos, momentos, amistades, amores...

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