lunes, 12 de septiembre de 2011

50 días WL

Las cosas pierden su sentido, así sin más. Te pasas tanto tiempo viviendo feliz, con tus altibajos, con un apoyo que está siempre ahí. Pero llega un momento en el que todo se acaba. Parece que lo único que querías de ese apoyo, que era su amistad, desaparece. Sin más. Fruto de un error, de una serie de malentendidos, pero sin más, se acaba. Y es algo que siempre me empeñé en negar, cada vez que pasaba lo mismo, cada vez volvía con más ganas de intentarlo. Pero no, amigo. Llegó un momento en el que me cansé de ser la voz cantante... Y estos últimos dos meses, simplemente he visto demostrada la teoría de que si yo no me molesto en hablarte, tú tampoco lo vas a hacer. Y no será porque yo esté enfadado, no. Puedo estar decepcionado, viendo como grito a todo el mundo lo mucho que necesito su compañía, pero no vuelve. Y realmente he visto como se vive. Aquí hay 2 respuestas posibles. La que habría dicho justo hace un mes, que es De Puta Madre y la que digo ahora, que es mal. ¿Por qué unas respuestas tan antagónicas?
Porque para que la primera funcione es necesario otro apoyo. Y es que el mes pasado no había apoyo, había un mundo. Había algo que ahora que se ha ido no lo volveré a vivir jamás. Y por cosas parecidas que pueda vivir, mejores o no tan mejores, no será como esta. Porque no se dará en el momento de mi vida en que era tan necesario. Sobre todo, para marcar un punto de inflexión tan importante en el desarrollo de mi vida...
Ahora, de ese apoyo sólo queda el recuerdo y la sensación de felicidad. ¿Qué digo sensación? La felicidad. Sólo que no la veo. Y no la veo porque las cosas van mal. Porque hay una persona insignificante en mi vida, insignificante porque no significa nada y porque no tiene ni educación, ni moral, ni respeto, ni sentimientos, ni siquiera sesera, porque vive en la amargura. Y esa persona insignificante se empeña en criticar aquel mundo que ilumino mi vida. ¿Qué coño pretende? ¿Eclipsarme? Pues no. No me pienso callar. No pienso dejar que las palabras con las que le cerraría la boca a semejante especimen sean las que me amarguen a mí. Y para ello, simplemente hay que escribir. Leerlo todo de nuevo, y ver que son cosas insignificantes. No sólo porque tienes la receta de la felicidad, y hay que agradecer ese don. Y sobre todo, por no dar el placer de que te vean sufrir a las personas que critican lo que no entienden...
Y por qué sinceramente, si tú no quieres escucharme, el papel no me va a ignorar. Y ya después, si quieres, lees y actúas.

-lo que he escrito en principio era una declaración de amargura ante la ausencia, pero recordar la JMJ me ha dado un subidón suficiente como para evitar que estas palabras terminasen mal. Aunque quiero desahogarme aún más, ya he acabado con esta sequía bloggera :) -*

1 comentario:

  1. Me alegro que el recuerdo de la JMJ te ayude a mirar todo de una manera un poco más diferente. Esperarémos tus palabras, aunque sean una continuación de la declaración de amargura, ¡por fin llegó la lluvia bloguera jajaja!
    Un abrazo

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